En un entorno donde la pandemia aún no da muestras de su retiro definitivo del mundo, surgen situaciones que modifican el ordenamiento y funcionamiento de la industria internacional del calzado, con efectos directos en distintos países.
En primer lugar, fueron notables las consecuencias sufridas por los polos industriales asiáticos, en cuanto a la disminución de su productividad. Esto originó escasez y aumentos de precios en materias primas y productos terminados, potenciados por una crisis de logística y transporte que alteró el abastecimiento a importantes mercados consumidores de calzados, como el de Estados Unidos.
Tal situación, activó la búsqueda de proveedores alternativos que se confirma con el crecimiento de las exportaciones brasileñas, mexicanas y desde otros puntos no tradicionales.
La deslocalización de las fuentes de provisión y producción, más la problemática sobre disponibilidad y costos de materias primas, también influyen sobre la actividad fabril, creando nuevas oportunidades para las industrias de países con mayor autonomía.
Si bien persiste la incertidumbre por la evolución de la crisis sanitaria, también se sabe que el mercado de consumo ha reiniciado una etapa de reactivación, y su evolución está relacionada a las condiciones reinantes en cada zona o país.
En este contexto, la industria del calzado de América Latina, debe planificar una efectiva atención de sus mercados internos, según los nuevos hábitos de consumo, y construir una estrategia exportadora basada en sus características y potencialidad.
La meta será insertarse en un mercado globalizado, donde un fuerte proceso de diversificación avanza sobre los grandes centros concentradores de la producción mundial, para dar lugar al ingreso de nuevos jugadores.
La Dirección